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|
|
1
|
+
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2
|
+
--No hay de qué, misia Melchora. Tengo el mayor gusto en servirla a
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3
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+
usted en esto y en todo lo poco que yo pueda.
|
4
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+
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5
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+
--Gracias, gracias.
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6
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+
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7
|
+
Poco después salía de mi casa la excelente señora, habiendo dejado en
|
8
|
+
ella cierta atmósfera de tradición secular, de enhiesto orgullo, de
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9
|
+
olímpica y desmesurada soberbia.
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+
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+
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+
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+
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+
¡¡DESAHUCIADO!!
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+
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+
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+
Señora doña Melchora Ponce del Ebro de Nuezvana.
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18
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+
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19
|
+
Mi distinguida y muy respetable amiga: Escribo a usted afligida por el
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20
|
+
resultado adverso de las gestiones a que me comprometí cuando tuvo usted
|
21
|
+
la benevolencia de honrarme con su visita. Dimana esta aflicción mía
|
22
|
+
del sufrimiento moral que a usted y a su nieto, excelente joven, lleno
|
23
|
+
de merecimientos, han de causarles estas líneas, triste revelación de
|
24
|
+
mis frustrados deseos de servir a usted colmando los suyos. Hablé con
|
25
|
+
Inesita. Hícela una narración de cuanto usted me dijo. Cuando oyó lo de
|
26
|
+
«Los Chajales» con las quince mil vacas y lo de vivir con usted, la niña
|
27
|
+
rompió a llorar de gratitud. ¡Es adorable la criatura! Pero su
|
28
|
+
desconsuelo no tuvo límites cuando supo el estado adolorido, mustio y
|
29
|
+
desfalleciente en que se halla Carlitos. Como no terminara su llanto,
|
30
|
+
pedíla se sosegase y me expusiera su verdadera intención con claridad y
|
31
|
+
sin temor. Y rompió la pobrecita a parlar a borbotones, a saltos, sin
|
32
|
+
precisa ilación coherente, entrecortarlas las palabras por la congoja y
|
33
|
+
los sollozos. De usted y de su nieto me dijo cosas tan honrosas y justas
|
34
|
+
como ustedes se merecen. Me habló luego del alma, del corazón, de la
|
35
|
+
vida, de la dirección de sus sentimientos, del matrimonio. En medio de
|
36
|
+
su verbosidad atropellada, fruto del aluvión tumultuario de sus
|
37
|
+
emociones, díjome algunas cosas fundamentales y henchidas de un
|
38
|
+
espiritualismo conmovedor. Como no es posible que yo traslade aquí todo
|
39
|
+
cuanto ella me dijo en el seno de la más íntima confianza, la aconsejé
|
40
|
+
que, una vez tranquilizada y recogida en su casa (la entrevista tuvo
|
41
|
+
lugar en la mía), ordenara sus ideas en una carta dirigida a mí, y en la
|
42
|
+
cual, con su habitual discreción, pusiera las cosas en su punto. Accedió
|
43
|
+
a mi deseo. Y hoy he recibido la esquelita que le adjunto para que usted
|
44
|
+
y su nieto sepan a qué atenerse. Aunque usted, misia Melchora, no
|
45
|
+
necesita consejos, pudiendo, por el contrario, darlos muy atinados y
|
46
|
+
oportunos, me atrevo a insinuar la conveniencia de comunicar con
|
47
|
+
precaución a Carlitos la fatal noticia, pues en el estado de melancolía
|
48
|
+
a que le ha conducido su amor desconsolado, pudiera tener el mismo fin
|
49
|
+
de Werther, de aquel doncel alemán tan sentimental, tan tierno, el cual
|
50
|
+
no hubiera servido para trompeta de órdenes de Hindenburg, pero que nos
|
51
|
+
ha dejado, en cambio, el eco elegíaco de su dolor, espejo perdurable y
|
52
|
+
eterno modelo de los dolores de amor.
|
53
|
+
|
54
|
+
Observara usted que Inesita me llama en su carta «hermana». Sería por mi
|
55
|
+
parte una deslealtad ocultar, a usted el significado de este sustantivo.
|
56
|
+
Inesita está enamorada de mi cuñado Raúl y creo que ambos se han
|
57
|
+
comprometido, sin más autorización que la de sus propios corazones. La
|
58
|
+
familia de Inesita no lo sabe aún. Ahora bien: como Clotilde, la madre
|
59
|
+
de Inesita, las tías y las hermanas de ésta son partidarias decididas de
|
60
|
+
que la muchacha se case con Carlitos, héme metida en un conflicto, pues
|
61
|
+
comprenderá usted que el fuero de familia me compele y obliga--a pesar
|
62
|
+
de mi carácter poco dado a la lucha--a defender a mi cuñado en una
|
63
|
+
pretensión que juzgo justa. Así, pues, mi respetable y querida misia
|
64
|
+
Melchora, esa criatura, esa Inesita, tan rebelde a que nadie guíe su
|
65
|
+
corazón, ha venido a este mundo para constituir el tormento de usted y
|
66
|
+
el mío, sin contar el de Carlitos. El de usted ha terminado; el mío
|
67
|
+
empieza; porque no ha de escapar a la fina penetración de su
|
68
|
+
inteligencia los malos ratos que me esperan frente a la oposición de
|
69
|
+
Clotilde y de sus hermanas, de las tías de Inesita, de las hermanas y
|
70
|
+
cuñados de ésta, de sus primos y primas, de toda la familia, en fin, la
|
71
|
+
cual es natural que prefiera para Inesita el apellido y la fortuna de un
|
72
|
+
Nuezvana antes que el oscuro nombre y la casi pobreza de mi pariente.
|
73
|
+
|
74
|
+
Por lo tanto, compadézcame, misia Melchora. La vida tiene imposiciones
|
75
|
+
penosas y es menester afrontarlas. Como si todo esto no fuera bastante,
|
76
|
+
agregue usted que mi cuñado, desde el instante en que la niña le ha dado
|
77
|
+
el «sí», se ha puesto como loco y se le ha acrecentado el valor, (ya era
|
78
|
+
de suyo grande), de una manera extraordinaria. Está dispuesto a
|
79
|
+
atropellarlo todo si alguien tratase de violentar la voluntad de la
|
80
|
+
muchacha y la suya propia, que, en este caso, forman una sola. Y dos
|
81
|
+
voluntades sumadas por el amor son invencibles. Los muchachos me han
|
82
|
+
convertido en amaparadora de su ideal, y no negaré a usted que este
|
83
|
+
papel de potencia protectora ha hecho surgir cierta exaltación valerosa
|
84
|
+
en mi espíritu naturalmente apocado. El origen del valor está en la
|
85
|
+
calidad de la misión que lo suscita y promueve.
|
86
|
+
|
87
|
+
Una vez más lamento lo ocurrido. Con el respecto de siempre y con afecto
|
88
|
+
mayor que nunca saluda a usted su humilde amiga.
|
89
|
+
|
90
|
+
=Marianela.=
|
91
|
+
|
92
|
+
Queridísima hermana mía. Marianela de mi alma: Todo puedes exigirlo de
|
93
|
+
mí, menos que ordene mis ideas en medio de la turbación y de las
|
94
|
+
inquietudes en que vivo. Yo no tengo ideas: todo se ha convertido en mí
|
95
|
+
en sentimiento inexpresable, cuya única manifestación son las lágrimas.
|
96
|
+
¿Por qué habré nacido, Dios mío? Mi existencia sólo sirve para hacer
|
97
|
+
sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te
|
98
|
+
escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en
|
99
|
+
casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los
|
100
|
+
míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.
|
101
|
+
En medio del divino y luminoso ramo celeste fulgura mi estrella, la del
|
102
|
+
Norte, remedo vivo de la fijeza de mi corazón. El astro adquiere figura
|
103
|
+
de rostro humano... y a él van mis ojos imantados por su atracción
|
104
|
+
irresistible. Perdona si al hablarte del estado de mi espíritu recurro a
|
105
|
+
las gloriosas alturas. Ello sólo indica que me faltan los medios de
|
106
|
+
expresión humana. Cuando no podemos desahogar el alma de las cosas
|
107
|
+
confusas y sin nombre que en ella laten, a través de los ojos de la
|
108
|
+
carne, inundados de lágrimas, los ojos del espíritu se levantan al
|
109
|
+
cielo, al gran misterio, y allí quedan posados en muda contemplación,
|
110
|
+
suspenso el tiempo, suspensa la vida misma. Yo no sé lo que te digo,
|
111
|
+
Marianela, porque la onda de mis emociones me anonada y confunde,
|
112
|
+
haciendo imposible todo discernimiento claro y ordenado. Acumula todos
|
113
|
+
los amores que han merecido el canto sublime de los poetas y de los
|
114
|
+
genios, y no serán, reunidos, pálido reflejo del que yo siento por quien
|
115
|
+
tú sabes. El cielo, mi cielo, el universo, el mío, la eternidad, mi
|
116
|
+
eternidad, la gloria de las glorias, la mía, todo se concentra en él: y
|
117
|
+
todos los caminos, los de esta vida y los de la otra, son calvarios y
|
118
|
+
sendas de espinas sin su compañía y sin el brazo suyo para conducirme.
|
119
|
+
Mi alma ya no es mía; está trasfundida en otra. Mi corazón ha perdido su
|
120
|
+
ritmo propio para latir a compás de otro. Mis ensueños navegan por el
|
121
|
+
mar infinito de la eternidad, dulcemente sometidos a la brújula que Dios
|
122
|
+
me ha dado. Si estas palabras no sirven para revelarte el estado de mi
|
123
|
+
espíritu, inventa tú las que quieras para reflejarlo, en la seguridad de
|
124
|
+
que no existe en el vocabulario término alguno que alcance a reflejar mi
|
125
|
+
éxtasis, el arrobamiento de este amor mío.
|
126
|
+
|
127
|
+
Pocas palabras más. ¿Crees tú que en tal estado de espíritu puedo ni
|
128
|
+
debo engañar a nadie, ni a mí misma? Yo deploro la actitud de toda mi
|
129
|
+
familia. Mi pobre madre, mis tías, mis hermanas, mis cuñados, todos
|
130
|
+
quieren que yo sea feliz, ¡quién no duda! Pero no se es feliz a la
|
131
|
+
manera de los demás, sino a la propia manera. Yo creo en el desinterés
|
132
|
+
de todos y que en realidad se persigue mi dicha exclusivamente, sin
|
133
|
+
preocuparse de que, de soslayo, alcance también a otros. Ahora bien: la
|
134
|
+
casada he de ser yo, y nadie mejor que yo misma puede entender mi dicha.
|
135
|
+
|
136
|
+
Respecto a Carlitos, no puedes imaginarte cuánto siento no poder
|
137
|
+
corresponder a la vehemencia de su pasión, que nada hice--bien lo sabe
|
138
|
+
él--por alentar ni infundir. Es un joven distinguidísimo, bueno, lleno
|
139
|
+
de méritos; y, en virtud de estos mismos merecimientos, no debe ser
|
140
|
+
engañado con una correspondencia fingida de que yo soy incapaz. Se
|
141
|
+
curará de su pasión, me olvidará. Con su apellido, su fortuna, su
|
142
|
+
generoso espíritu y bello carácter, que valen más que apellido y
|
143
|
+
fortuna, encontrará otra más digna que yo de los tesoros de su amor. Yo
|
144
|
+
no puedo ofrecerle más que mi simpatía y mi gratitud por haber
|
145
|
+
descendido a poner su ideal en mi humilde persona.
|
146
|
+
|
147
|
+
Por lo que toca a misia Melchora, me conmueve su generosidad. «Los
|
148
|
+
Chajales» constituyen un verdadero reino; pero yo sería allí una reina
|
149
|
+
int
|
150
|
+
--Cierto--dice la de Esquilón;--pero era distinto que ahora; entonces
|
151
|
+
estaban María Rosa y Teresa, que son muy discretas y muy distinguidas, y
|
152
|
+
sabían muy bien sustituir la falta de presidenta en las fiestas
|
153
|
+
sociales. Ellas daban tono al gobierno con su ingenio y con su
|
154
|
+
conversación espiritual. Don Victorino podía estar tranquilo: había
|
155
|
+
presidentas. Yo soy muy amiga de ambas y constantemente hablábamos de
|
156
|
+
política.
|
157
|
+
|
158
|
+
--Pues yo--dice Petrona,--cuando quería saber algo de candidaturas
|
159
|
+
ministeriales y altos empleos me valía de Anita. Claro que yo no soy
|
160
|
+
amiga de Anita, de una ama de llaves; me lo impide mi condición social;
|
161
|
+
pero me hice muy amiga de una familia modesta que tiene relación con
|
162
|
+
Anita y, por ahí, lo sabía todo. De algún medio hay que valerse para
|
163
|
+
estar enterada. Pero ahora ¡qué cosa! ¿no? no hay forma de saber nada.
|
164
|
+
|
165
|
+
Me canso de esta labor taquigráfica para tomar al pie de la letra una
|
166
|
+
sesión política tan importante y trascendental. Y hago punto. Sólo
|
167
|
+
agregaré mi satisfacción y contento por haber hecho las paces con
|
168
|
+
Petrona, tan buena y tan amante de los suyos...
|
169
|
+
|
170
|
+
|
171
|
+
|
172
|
+
|
173
|
+
LA ABUELA DEL REY DE LOS CIPRESES, O EL ORGULLO ANCESTRAL
|
174
|
+
|
175
|
+
|
176
|
+
El portero me trae una tarjeta: «Es una señora vie-jita--dice--, y
|
177
|
+
pregunta si la señora puede recibirla». Leo: Melchora Ponce del Ebro de
|
178
|
+
Nuezvana.
|
179
|
+
|
180
|
+
Ordeno que la hagan pasar a un saloncito. «Díganla que tenga la bondad
|
181
|
+
de esperarme un momento». Y en seguida llamo a mi doncella para que me
|
182
|
+
ayude a ponerme un traje de circunstancias, un vestido negro, de cierta
|
183
|
+
severidad, pues me parece que la entrevista va a ser grave.
|
184
|
+
|
185
|
+
Mientras me visto procuro dominar el desasosiego que me ha invadido al
|
186
|
+
leer la tarjeta. ¡Misia Melchora en mi casa! Es necesario dominar los
|
187
|
+
nervios y ordenar las ideas. Seguramente viene a hablarme de la
|
188
|
+
pretensión de su nieto, Carlitos Nuezvana, el rey de los cipreses,
|
189
|
+
respecto a Inesita, mi querida protegida, mi futura hermana. Quizá me
|
190
|
+
proponga que la ayude a concertar el matrimonio. ¡Pobre señora! No sabe
|
191
|
+
lo que ocurre.
|
192
|
+
|
193
|
+
Confieso que la entrevista me resulta un poco imponente. No es para
|
194
|
+
menos. Misia Melchora es lo más alto entre lo más eminente o
|
195
|
+
empingorotado de nuestra sociedad. Sus apellidos, así los propios como
|
196
|
+
el de su consorte, fallecido 25 años hace, significan doble tradición,
|
197
|
+
colonial y patricia. Un Nuezvana fue virrey del Perú, caballero
|
198
|
+
ostentoso que imitaba en Lima el boato borbónico, según cuenta Ricardo
|
199
|
+
Palma en sus apologías de aquellos magnates. Otro Nuezvana fue obispo y
|
200
|
+
dio lustre con sus austeras virtudes a la iglesia naciente de
|
201
|
+
Chuquisaca. Oidor de Charcas fue otro Nuezvana. Ignoro lo que oiría en
|
202
|
+
Charcas este oidor. La fama de los Ponces y de los Ebros data aún' de
|
203
|
+
más antiguo. Uno de los Ponces vino de piloto en la expedición de don
|
204
|
+
Pedro de Mendoza. Luego pasó al Paraguay y fundó varios pueblos que
|
205
|
+
siguen casi lo mismo que cuando él puso la primera piedra. Un Ebro fue
|
206
|
+
capitán de una de las «naos» de Gaboto. Otro acompañó a Alonso de Vera y
|
207
|
+
Aragón en las exploraciones del río Bermejo, y se internó en el Chaco,
|
208
|
+
creyendo que eran de oro los quebrachos. Por espacio de tres siglos
|
209
|
+
figuran estos apellidos, llevados por frailes, navegantes, militares,
|
210
|
+
corregidores, adelantados, oidores, etc., en los cronicones de los
|
211
|
+
diversos virreinatos de la era colonial, advirtiéndose su andariega
|
212
|
+
presencia desde Méjico hasta la Asunción, pues el antiguo español
|
213
|
+
aprendía la geografía andando.
|
214
|
+
|
215
|
+
Después, en la edad moderna, los Nuezvanas, Ponces y
|
216
|
+
Ebros--descendientes, naturalmente, de los anteriores--alcanzaron tanto
|
217
|
+
o mayor esplendor que sus tataradeudos. Un Ponce fue coronel de la
|
218
|
+
independencia y brilló por su bizarría en Ayacucho. Un Nuezvana,
|
219
|
+
licenciado en derecho canónico, orador ampuloso y ergotista, figura
|
220
|
+
entre los que proclamaban la necesidad de una restauración monárquica
|
221
|
+
como régimen argentino. Los Nuezvanas siempre fueron algo fastuosos. Un
|
222
|
+
Ebro, militar aguerrido, tuvo gran importancia en las guerras gauchas,
|
223
|
+
combatiendo al Chacho y a Facundo Quiroga.
|
224
|
+
|
225
|
+
Hubo también, así en los tiempos antiguos como en los modernos, otros
|
226
|
+
Nuezvanas, Ponces y Ebros insignificantes y oscuros; pero misia Melchora
|
227
|
+
sólo considera como suyos a los que figuran en la historia. Y existe en
|
228
|
+
su espíritu, en cuanto a legítimo orgullo, cierta dualidad: suele
|
229
|
+
gloriarse a veces de su rancio abolengo y timbres hispánicos; y otras,
|
230
|
+
en cambio, envanécese del justo honor dimanado de sus ascendientes
|
231
|
+
patricios. Como los nombres son los mismos, originarios unos de otros,
|
232
|
+
la gloria de misia Melchora asume cierto carácter de guerra civil,
|
233
|
+
familiar y casi doméstica, en la cual los manes heterogéneos libran gran
|
234
|
+
trifulca e histórica zarabanda. Pero misia Melchora aviene y concilia
|
235
|
+
las memorias, atribuyendo a todos sus ascendientes por línea propia y
|
236
|
+
marital, ya sean personajes coloniales, ya proceres argentinos, las
|
237
|
+
cualidades de la hidalguía castellana, llena de soberbia altivez y de un
|
238
|
+
orgullo cuyos límites alcanzan a los cuernos de la luna.
|
239
|
+
|
240
|
+
Uno de los motivos de envanecimiento de misia Melchora es la existencia
|
241
|
+
actual del duque de Nuezvana, que tiene el derecho, como grande de
|
242
|
+
España, de presentarse cubierto ante los reyes. Pertenece a los
|
243
|
+
Nuezvanas que no salieron nunca de la península, esperando los tesoros
|
244
|
+
de los Nuezvanas indianos y medrando políticamente con los méritos de
|
245
|
+
sus conquistas, exploraciones y hazañas en los desiertos de Indias. Por
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246
|
+
todas estas circunstancias, misia Melchora, a semejanza del grande, de
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247
|
+
España, viene a ser «la grande» de Buenos Aires.
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248
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+
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249
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+
Pero todos estos timbres valdrían muy poco socialmente en nuestra
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250
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+
democracìa si no estuviesen fortalecidos por una fortuna colosal. Y esta
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251
|
+
fortuna se debe precisamente a un Nuezvana oscuro y a un Ponce y un Ebro
|
252
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+
insignificantes. En tiempos de Carlos III, este Nuezvana grís y opaco se
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253
|
+
apañó, por concesión real, los mejores campos, ahí no más, junto a las
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254
|
+
casas de Buenos Aires. Un Ponce fué abastecedor de los ejércitos que
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|
+
realizaron la conquista del desierto. El estado le pagó en tierras que
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256
|
+
después han valido un dineral; se adueñó de media Pampa Central. Y un
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257
|
+
Ebro, casi contemporáneo, hombre de matemáticas, educado en Inglaterra,
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258
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+
obtuvo, al iniciarse las empresas ferroviarias, diversas concesiones de
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|
+
caminos de hierro, que luego cedió a los ingleses por sendas libras
|
260
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+
esterlinas. Este Ebro no construyó ningún camino, pero hizo el suyo
|
261
|
+
admirablemente.
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262
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+
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263
|
+
Las tres ramas--Nuezvana, Ponce y Ebro--fueron poco fecundas y todo vino
|
264
|
+
a caer en manos de mi distinguida visitante y de dos hermanas estériles,
|
265
|
+
ya difuntas, a quienes heredó misia Melchora. Esta excelente señora hubo
|
266
|
+
de su matrimonio un hijo, padre de Carlitos Nuezvana, y varias hijas,
|
267
|
+
casadas con lo mejorcito de nuestra sociedad. Así, pues, misia Melchora
|
268
|
+
es archimillonaria. Sus estancias no tienen fin. Mi cuñado Raúl, a quien
|
269
|
+
le da por hacer ironías con las matemáticas, ha hecho un cálculo, según
|
270
|
+
el cual, puestos en línea recta los alambrados de los campos de misia
|
271
|
+
Melchora, resultan más largos que las vallas de alambre electrizado de
|
272
|
+
las trincheras europeas, que llegan desde Bélgica hasta el Danubio.
|
273
|
+
|
274
|
+
Por lo demás, misia Melchora es una distinguidísima matrona. Su defecto
|
275
|
+
principal, el orgullo, está, en parte, justicado por su grande y doble
|
276
|
+
abolengo y el resto, que es mucho, procede de la atmósfera de
|
277
|
+
adululación en que vive, pues tanto sus hijas (su único hijo, el padre
|
278
|
+
de Carlitos, murió) como sus nietos y yernos--sobre todo los yernos--se
|
279
|
+
desviven por complacerla, persiguiendo, según malas lenguas, que nunca
|
280
|
+
faltan, el quinto testamentario, que constituye un pico superior al de
|
281
|
+
la Mirándola. Todo esto ha estropeado un poco el carácter de misia
|
282
|
+
Melchora, haciéndola adquirir una idea desmesurada de sí misma. Por
|
283
|
+
Carlitos siente verdadera idolatría, entre otras razones, por ser el
|
284
|
+
único nieto que lleva el apellido de Nuezvana, ilustrado por un virrey
|
285
|
+
del Perú, por un obispo de Chuquisaca, por un oidor de Charcas, por un
|
286
|
+
duque y grande de España y por la propia misia Melchora.
|
287
|
+
|
288
|
+
Calculad ahora mi inquietud ante esta entrevista. Yo la conozco un poco;
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289
|
+
pero he mantenido siempre con ella un trato ceremonioso. Acabada de
|
290
|
+
vestir, me doy un par de vueltas en el espejo, ensayando gestos y
|
291
|
+
posturas de cierta gravedad; procuro, a la vez, serenarme, y me dirijo
|
292
|
+
al saloncito con paso firme, no exento de parsimonia.
|
293
|
+
|
294
|
+
--¡Misia Melchora! ¡qué sorpresa!...
|
295
|
+
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296
|
+
--¿La sorprende a usted mi visita?
|
297
|
+
|
298
|
+
--Me sorprende y me halaga que usted se haya servido honrar mi casa con
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299
|
+
su presencia.
|
300
|
+
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301
|
+
--Muchas gracias, Marianela.
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302
|
+
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303
|
+
--Está usted cada día más joven--la digo, aunque, en realidad, parece
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304
|
+
una pasita, pero encendida y vibrante aún por el calor del orgullo.
|
305
|
+
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306
|
+
--No me diga, Marianela; estoy ya concluyéndome, llena de achaques,
|
307
|
+
hecha una ruina. Por un lado, los años--¡76, Marianela!--; por otro, los
|
308
|
+
disgustos, que nunca faltan.
|
309
|
+
|
310
|
+
--¿Disgustos, usted, misia Melchora?...
|
311
|
+
|
312
|
+
--Disgustos, sí, hija mía, disgustos. Precisamente vengo a hablar con
|
313
|
+
usted de un asunto que me trae profundamente disgustada. Y es más: vengo
|
314
|
+
a pedirla que me ayude a resolver el problema.
|
315
|
+
|
316
|
+
--Si tiene solución y yo puedo, cuente usted conmigo, misia Melchora.
|
317
|
+
|
318
|
+
--Puede usted... es decir... yo creo que puede ayudarme. Y vamos al
|
319
|
+
asunto. Sabe usted, como yo--mejor que yo quizá--que Carlitos, mi nieto,
|
320
|
+
se ha enamorado como un loco de Inesita, la niña de Clotilde Rodríguez
|
321
|
+
de Garaizábal. Mi nieto no vive, no duerme, ni descansa, pensando en
|
322
|
+
ella. Está desesperado, aunque ello sea impropio de la compostura y
|
323
|
+
serenidad propias de los Nuezvanas. Pero el amor es el amor, y avasalla
|
324
|
+
y enloquece a todas las clases sociales. Imagínese cómo estará el
|
325
|
+
muchacho, que ya ni se peina, que era antes su principal cuidado. No
|
326
|
+
sale de casa, y se pasa el día en sus habitaciones, en pijama y
|
327
|
+
desgreñado. Apenas come; ha perdido no sé cuántos kilos. Está pálido
|
328
|
+
como la cera y tiene un mirar entre loco y moribundo, unas veces
|
329
|
+
lánguido, otras furioso. Yo no sé ya qué hacer. Me he asustado mucho,
|
330
|
+
porque... ¡le viera usted!... da pena; se ha quedado como un hilo. He
|
331
|
+
llamado a Güemes; pero ¡qué va a hacer Güemes en esto! Después de verle,
|
332
|
+
al irse, me ha palmeado a mí--ya sabe usted que Güemes es lo más
|
333
|
+
cariñoso--y me ha dicho, riéndose, que el diagnsótico lo haría, mejor
|
334
|
+
que él, alguna muchacha, y que la más eficaz medicina para Carlitos está
|
335
|
+
en el sacramento con música de marcha nupcial.
|
336
|
+
|
337
|
+
--El doctor Güemes no sólo es un gran clínico, sino también un gran
|
338
|
+
psicólogo.
|
339
|
+
|
340
|
+
--Está en todo, hijita. ¡Qué hombre! En cuanto le ha visto, le ha
|
341
|
+
adivinado el mal. Pero, claro, es un mal en que él no puede hacer nada.
|
342
|
+
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343
|
+
En los ojitos apagados de misía Melchora tiemblan dos lágrimas.
|
344
|
+
|
345
|
+
--¿Y ella?--preguntó.
|
346
|
+
|
347
|
+
--Pues ahí está el cuento. No le ha desairado del todo. Pero no le hace
|
348
|
+
tanto caso como al principio. Ahora parece que le rehuye. ¿Qué
|
349
|
+
pretenderá esa niña? No tiene en qué caerse muerta y...
|
350
|
+
|
351
|
+
--Todos tenemos en qué caernos muertos, señora. Si no ¿dónde iríamos a
|
352
|
+
parar? Y el desinterés, sobre todo en esta época, es una virtud
|
353
|
+
bastante rara.
|
354
|
+
|
355
|
+
--Ya sé que la quiere usted mucho.
|
356
|
+
|
357
|
+
--Cierto; la quiero; es una niña muy interesante.
|
358
|
+
|
359
|
+
--Y que la protege usted.
|
360
|
+
|
361
|
+
--Yo, señora, puedo proteger muy poco. Además, Inesita no necesita
|
362
|
+
protección. La protegen su propia belleza y su alma incomparable.
|
363
|
+
|
364
|
+
--Pues yo protejo a toda su familia. Si no fuera por mí, ya estarían
|
365
|
+
fundidos. Cierto que Clotilde y sus hermanas, las tías de Inesita, me
|
366
|
+
corresponden, haciendo cuanto pueden por vencer la resistencia de la
|
367
|
+
muchacha y arreglar esta boda en que se halla comprometido mi amor
|
368
|
+
propio y el de toda mi familia. Ningún Nuezvana ha sido nunca desdeñado
|
369
|
+
en la sociedad de Buenos Aires. Carlitos podría dirigirse a la principal
|
370
|
+
niña argentina, a la primera fortuna y al primer apellido, en la
|
371
|
+
seguridad de que no sería rechazado. Pero se le ha metido en la cabeza
|
372
|
+
que ha de ser con esa muchacha, «¡O ella, o la muerte!»--me ha dicho con
|
373
|
+
una firmeza que me ha dejado aterrada. Yo no sé qué hechizo, qué
|
374
|
+
seducciones, qué encantos encuentra en esa niña.
|
375
|
+
|
376
|
+
--¡Ah, es encantadora!...
|
377
|
+
|
378
|
+
--Sí... no es fea; pero, vamos, no es ninguna cosa del otro mundo.
|
379
|
+
|
380
|
+
--No, señora, es de este mundo; una belleza mortal, pero digna de ser
|
381
|
+
inmortal.
|
382
|
+
|
383
|
+
--Además, carece de fortuna.
|
384
|
+
|
385
|
+
--El poco caso que hace Dios de la plata se nota por la gente a quien se
|
386
|
+
la concede--respondo gravemente y un poquito amostazada; pero misia
|
387
|
+
Melchora no comprende este concepto místico, escudo con que los pobres
|
388
|
+
se defienden contra la vanidad de los ricos.
|
389
|
+
|
390
|
+
--Carece, igualmente, de apellido.
|
391
|
+
|
392
|
+
--No, misia Melchora, eso no; lleva uno muy bonito, muy sonoro, muy
|
393
|
+
armonioso: Garaizábal. Además, con cualquier apellido es posible la
|
394
|
+
vida. La aristocracia, bien mirada, es lo mismo que la democracia. Todo
|
395
|
+
surge de la nada y vuelve a la nada, misia Melchora.
|
396
|
+
|
397
|
+
--Pero mientras se vive, conviene ser alguien en el mundo.
|
398
|
+
|
399
|
+
--Nacemos, sufrimos, morimos y nos olvidan. He ahí todo. El resto es
|
400
|
+
espuma, aire, humo, ruido. Pero, Inesita es alguien. Y si no,
|
401
|
+
pregúnteselo usted a su nieto.
|
402
|
+
|
403
|
+
--El amor es loco, Marianela.
|
404
|
+
|
405
|
+
--Es la única locura sensata. Hay otras, el orgullo el envanecimiento,
|
406
|
+
la soberbia, que son mucho más insensatas. Pero todos padecemos estos
|
407
|
+
defectos. Ahora bien: debemos aplicar la reflexión a reprimirlos todo lo
|
408
|
+
posible; porque, si la vanidad de los demás resulta intolerable cuando
|
409
|
+
lastima la nuestra, pasa igual a los otros cuando la nuestra lastima la
|
410
|
+
suya. El trato social se hace posible a fuerza de limarnos todos un
|
411
|
+
poquito.
|
412
|
+
|
413
|
+
--Bien, Marianela. Volvamos a nuestro asunto.
|
414
|
+
|
415
|
+
--Volvamos, misia Melchora.
|
416
|
+
|
417
|
+
--Mi nieto es bueno; usted le conoce. Yo le he educado muy bien, en
|
418
|
+
Inglaterra y en Francia. Es un muchacho sin vicios. No ha estudiado una
|
419
|
+
carrera porque, gracias a Dios, no la necesita. Comenzó a ir a la
|
420
|
+
Facultad; pero le daban vahídos, sobre todo cuando estudiaba derecho
|
421
|
+
romano. Entonces yo le dije que lo dejara. De todos modos, no había de
|
422
|
+
defender pleitos. Así que, ¿para qué estudiar? Luego, el país está lleno
|
423
|
+
de doctores, y ya es más distinguido no serlo. Desde entonces se dedicó
|
424
|
+
a leer novelas francesas; las conoce todas. Y así ha completado su
|
425
|
+
educación, que no deja nada que desear. Yo había pensado, si se casara
|
426
|
+
con esa niña, regalarles «Los Chajales», un campo de veinte leguas, con
|
427
|
+
quince mil vacas; esto para sus gastos, aunque no gastarían nada, porque
|
428
|
+
yo desearía que vivieran conmigo, en mi palacio de la Avenida Quintana,
|
429
|
+
pues no quisiera que mi nieto saliera de mi casa. De todo esto he
|
430
|
+
hablado con Clotilde y está encantada de la idea. Yo necesito compañía,
|
431
|
+
Marianela, y, claro, aunque quiero profundamente a todos mis nietos,
|
432
|
+
siento cierta preferencia por Carlitos, porque es el que ha de perpetuar
|
433
|
+
un gran apellido; es un Nuezvana, y con esto está dicho todo: Por otra
|
434
|
+
parte--ya se lo he dicho a Clotilde,--una vez casados los muchachos,
|
435
|
+
todas nuestras cuentas quedarían arregladas; todo se quedaría en casa,
|
436
|
+
unidas para siempre las dos familias. Clotilde me asegura que su hija se
|
437
|
+
casará con mi nieto. Ella, claro, hace todo lo que puede, por respeto a
|
438
|
+
mí y porque, realmente, le parece bien la boda. Pero... no sé... me
|
439
|
+
parece que la muchacha no está decidida. Y yo quiero salir de una vez
|
440
|
+
del paso. Por eso he venido a verla a usted.
|
441
|
+
|
442
|
+
--¿Y qué puedo hacer yo?
|
443
|
+
|
444
|
+
--Clotilde me ha dicho que usted tiene mucha influencia sobre su hija.
|
445
|
+
|
446
|
+
--Ignoro la influencia que pueda yo ejercer en esto sobre ella. Y diga
|
447
|
+
usted, misia Melchora: si Clotilde, a viva fuerza, quieras que no
|
448
|
+
quieras, obligara a su hija a casarse, ¿usted aceptaría para su nieto un
|
449
|
+
matrimonio así formado?
|
450
|
+
|
451
|
+
--Todo, menos un campanazo; todo, menos que mi nieto, un Nuez vana,
|
452
|
+
quede desairado y en ridículo.
|
453
|
+
|
454
|
+
--¿De manera que usted cree que es más ridículo que Inés no acepte a su
|
455
|
+
nieto, suponiendo que no le quiera, pues yo no lo sé, que casarse con él
|
456
|
+
no queriéndole?
|
457
|
+
|
458
|
+
--Yo no puedo aceptar una situación ridícula ante todo Buenos Aires.
|
459
|
+
|
460
|
+
--¿Y qué culpa tiene Inés en ello?
|
461
|
+
|
462
|
+
--Es cierto; no tiene ninguna culpa. Pero, en fin, yo he venido a verla
|
463
|
+
a usted, por consejo de Clotilde, para que influya sobre la voluntad de
|
464
|
+
la muchacha. ¿Quiere usted hacerme este favor? ¿Le parece a usted mi
|
465
|
+
nieto digno de ella?
|
466
|
+
|
467
|
+
--Dignísimo, misia Melchora. Por lo demás, yo sólo prometo a usted
|
468
|
+
hablar a Inesita y contarla todo lo que usted me ha dicho, lo de «Los
|
469
|
+
Chajales», que es seductor, y lo de vivir con usted una vez casada, que
|
470
|
+
aun es mucho más seductor que «Los Chajales». Respecto a influir en su
|
471
|
+
espíritu, ya no respondo; eso es muy delicado, pues si no fuera todo lo
|
472
|
+
feliz que merece, mi tormento duraría toda mi vida.
|
473
|
+
|
474
|
+
--¿Y cree usted que existe alguna niña que no sea feliz con el apellido
|
475
|
+
y con la fortuna de un Nuezvana?
|
476
|
+
|
477
|
+
--Sí, señora, lo creo; es posible, aunque parezca absurdo. Porque nos
|
478
|
+
casamos, antes que con el apellido y la fortuna, con la persona. El
|
479
|
+
matrimonio es, ante todo, un negocio espiritual, y puede haber apellido
|
480
|
+
y fortuna, y no haber espíritu.
|
481
|
+
|
482
|
+
--Si ha existido espíritu en los Nuezvanas, la historia lo dice.
|
483
|
+
|
484
|
+
--Sí... pero Inesita no se va a casar con la historia, con un Nuezvana
|
485
|
+
pasado, sino con uno viviente, que acaso no llegue a entrar en la
|
486
|
+
inmortalidad, como sus antepasados.
|
487
|
+
|
488
|
+
--Bueno; lo que deseo, en resumen, es una respuesta definitiva, porque,
|
489
|
+
con Clotilde, ya no me entiendo; no sé a qué atenerme; ella dice que sí,
|
490
|
+
lo desea, lo sé; pero nunca me trae la respuesta de la muchacha. Y esto
|
491
|
+
es lo que yo deseo. ¿Se compromete usted a darme esta respuesta?
|
492
|
+
|
493
|
+
--Me comprometo. Hablaré con Inés, y la sacaré a usted de dudas.
|
494
|
+
|
495
|
+
--Gracias, Marianela.
|
496
|
+
|
497
|
+
--No hay de qué, misia Melchora. Tengo el mayor gusto en servirla a
|
498
|
+
usted en esto y en todo lo poco que yo pueda.
|
499
|
+
|
500
|
+
--Gracias, gracias.
|
501
|
+
|
502
|
+
Poco después salía de mi casa la excelente señora, habiendo dejado en
|
503
|
+
ella cierta atmósfera de tradición secular, de enhiesto orgullo, de
|
504
|
+
olímpica y desmesurada soberbia.
|
505
|
+
|
506
|
+
|
507
|
+
|
508
|
+
|
509
|
+
¡¡DESAHUCIADO!!
|
510
|
+
|
511
|
+
|
512
|
+
Señora doña Melchora Ponce del Ebro de Nuezvana.
|
513
|
+
|
514
|
+
Mi distinguida y muy respetable amiga: Escribo a usted afligida por el
|
515
|
+
resultado adverso de las gestiones a que me comprometí cuando tuvo usted
|
516
|
+
la benevolencia de honrarme con su visita. Dimana esta aflicción mía
|
517
|
+
del sufrimiento moral que a usted y a su nieto, excelente joven, lleno
|
518
|
+
de merecimientos, han de causarles estas líneas, triste revelación de
|
519
|
+
mis frustrados deseos de servir a usted colmando los suyos. Hablé con
|
520
|
+
Inesita. Hícela una narración de cuanto usted me dijo. Cuando oyó lo de
|
521
|
+
«Los Chajales» con las quince mil vacas y lo de vivir con usted, la niña
|
522
|
+
rompió a llorar de gratitud. ¡Es adorable la criatura! Pero su
|
523
|
+
desconsuelo no tuvo límites cuando supo el estado adolorido, mustio y
|
524
|
+
desfalleciente en que se halla Carlitos. Como no terminara su llanto,
|
525
|
+
pedíla se sosegase y me expusiera su verdadera intención con claridad y
|
526
|
+
sin temor. Y rompió la pobrecita a parlar a borbotones, a saltos, sin
|
527
|
+
precisa ilación coherente, entrecortarlas las palabras por la congoja y
|
528
|
+
los sollozos. De usted y de su nieto me dijo cosas tan honrosas y justas
|
529
|
+
como ustedes se merecen. Me habló luego del alma, del corazón, de la
|
530
|
+
vida, de la dirección de sus sentimientos, del matrimonio. En medio de
|
531
|
+
su verbosidad atropellada, fruto del aluvión tumultuario de sus
|
532
|
+
emociones, díjome algunas cosas fundamentales y henchidas de un
|
533
|
+
espiritualismo conmovedor. Como no es posible que yo traslade aquí todo
|
534
|
+
cuanto ella me dijo en el seno de la más íntima confianza, la aconsejé
|
535
|
+
que, una vez tranquilizada y recogida en su casa (la entrevista tuvo
|
536
|
+
lugar en la mía), ordenara sus ideas en una carta dirigida a mí, y en la
|
537
|
+
cual, con su habitual discreción, pusiera las cosas en su punto. Accedió
|
538
|
+
a mi deseo. Y hoy he recibido la esquelita que le adjunto para que usted
|
539
|
+
y su nieto sepan a qué atenerse. Aunque usted, misia Melchora, no
|
540
|
+
necesita consejos, pudiendo, por el contrario, darlos muy atinados y
|
541
|
+
oportunos, me atrevo a insinuar la conveniencia de comunicar con
|
542
|
+
precaución a Carlitos la fatal noticia, pues en el estado de melancolía
|
543
|
+
a que le ha conducido su amor desconsolado, pudiera tener el mismo fin
|
544
|
+
de Werther, de aquel doncel alemán tan sentimental, tan tierno, el cual
|
545
|
+
no hubiera servido para trompeta de órdenes de Hindenburg, pero que nos
|
546
|
+
ha dejado, en cambio, el eco elegíaco de su dolor, espejo perdurable y
|
547
|
+
eterno modelo de los dolores de amor.
|
548
|
+
|
549
|
+
Observara usted que Inesita me llama en su carta «hermana». Sería por mi
|
550
|
+
parte una deslealtad ocultar, a usted el significado de este sustantivo.
|
551
|
+
Inesita está enamorada de mi cuñado Raúl y creo que ambos se han
|
552
|
+
comprometido, sin más autorización que la de sus propios corazones. La
|
553
|
+
familia de Inesita no lo sabe aún. Ahora bien: como Clotilde, la madre
|
554
|
+
de Inesita, las tías y las hermanas de ésta son partidarias decididas de
|
555
|
+
que la muchacha se case con Carlitos, héme metida en un conflicto, pues
|
556
|
+
comprenderá usted que el fuero de familia me compele y obliga--a pesar
|
557
|
+
de mi carácter poco dado a la lucha--a defender a mi cuñado en una
|
558
|
+
pretensión que juzgo justa. Así, pues, mi respetable y querida misia
|
559
|
+
Melchora, esa criatura, esa Inesita, tan rebelde a que nadie guíe su
|
560
|
+
corazón, ha venido a este mundo para constituir el tormento de usted y
|
561
|
+
el mío, sin contar el de Carlitos. El de usted ha terminado; el mío
|
562
|
+
empieza; porque no ha de escapar a la fina penetración de su
|
563
|
+
inteligencia los malos ratos que me esperan frente a la oposición de
|
564
|
+
Clotilde y de sus hermanas, de las tías de Inesita, de las hermanas y
|
565
|
+
cuñados de ésta, de sus primos y primas, de toda la familia, en fin, la
|
566
|
+
cual es natural que prefiera para Inesita el apellido y la fortuna de un
|
567
|
+
Nuezvana antes que el oscuro nombre y la casi pobreza de mi pariente.
|
568
|
+
|
569
|
+
Por lo tanto, compadézcame, misia Melchora. La vida tiene imposiciones
|
570
|
+
penosas y es menester afrontarlas. Como si todo esto no fuera bastante,
|
571
|
+
agregue usted que mi cuñado, desde el instante en que la niña le ha dado
|
572
|
+
el «sí», se ha puesto como loco y se le ha acrecentado el valor, (ya era
|
573
|
+
de suyo grande), de una manera extraordinaria. Está dispuesto a
|
574
|
+
atropellarlo todo si alguien tratase de violentar la voluntad de la
|
575
|
+
muchacha y la suya propia, que, en este caso, forman una sola. Y dos
|
576
|
+
voluntades sumadas por el amor son invencibles. Los muchachos me han
|
577
|
+
convertido en amaparadora de su ideal, y no negaré a usted que este
|
578
|
+
papel de potencia protectora ha hecho surgir cierta exaltación valerosa
|
579
|
+
en mi espíritu naturalmente apocado. El origen del valor está en la
|
580
|
+
calidad de la misión que lo suscita y promueve.
|
581
|
+
|
582
|
+
Una vez más lamento lo ocurrido. Con el respecto de siempre y con afecto
|
583
|
+
mayor que nunca saluda a usted su humilde amiga.
|
584
|
+
|
585
|
+
=Marianela.=
|
586
|
+
|
587
|
+
Queridísima hermana mía. Marianela de mi alma: Todo puedes exigirlo de
|
588
|
+
mí, menos que ordene mis ideas en medio de la turbación y de las
|
589
|
+
inquietudes en que vivo. Yo no tengo ideas: todo se ha convertido en mí
|
590
|
+
en sentimiento inexpresable, cuya única manifestación son las lágrimas.
|
591
|
+
¿Por qué habré nacido, Dios mío? Mi existencia sólo sirve para hacer
|
592
|
+
sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te
|
593
|
+
escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en
|
594
|
+
casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los
|
595
|
+
míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.
|
596
|
+
En medio del divino y luminoso ramo celeste fulgura mi estrella, la del
|
597
|
+
Norte, remedo vivo de la fijeza de mi corazón. El astro adquiere figura
|
598
|
+
de rostro humano... y a él van mis ojos imantados por su atracción
|
599
|
+
irresistible. Perdona si al hablarte del estado de mi espíritu recurro a
|
600
|
+
las gloriosas alturas. Ello sólo indica que me faltan los medios de
|
601
|
+
expresión humana. Cuando no podemos desahogar el alma de las cosas
|
602
|
+
confusas y sin nombre que en ella laten, a través de los ojos de la
|
603
|
+
carne, inundados de lágrimas, los ojos del espíritu se levantan al
|
604
|
+
cielo, al gran misterio, y allí quedan posados en muda contemplación,
|
605
|
+
suspenso el tiempo, suspensa la vida misma. Yo no sé lo que te digo,
|
606
|
+
Marianela, porque la onda de mis emociones me anonada y confunde,
|
607
|
+
haciendo imposible todo discernimiento claro y ordenado. Acumula todos
|
608
|
+
los amores que han merecido el canto sublime de los poetas y de los
|
609
|
+
genios, y no serán, reunidos, pálido reflejo del que yo siento por quien
|
610
|
+
tú sabes. El cielo, mi cielo, el universo, el mío, la eternidad, mi
|
611
|
+
eternidad, la gloria de las glorias, la mía, todo se concentra en él: y
|
612
|
+
todos los caminos, los de esta vida y los de la otra, son calvarios y
|
613
|
+
sendas de espinas sin su compañía y sin el brazo suyo para conducirme.
|
614
|
+
Mi alma ya no es mía; está trasfundida en otra. Mi corazón ha perdido su
|
615
|
+
ritmo propio para latir a compás de otro. Mis ensueños navegan por el
|
616
|
+
mar infinito de la eternidad, dulcemente sometidos a la brújula que Dios
|
617
|
+
me ha dado. Si estas palabras no sirven para revelarte el estado de mi
|
618
|
+
espíritu, inventa tú las que quieras para reflejarlo, en la seguridad de
|
619
|
+
que no existe en el vocabulario término alguno que alcance a reflejar mi
|
620
|
+
éxtasis, el arrobamiento de este amor mío.
|
621
|
+
|
622
|
+
Pocas palabras más. ¿Crees tú que en tal estado de espíritu puedo ni
|
623
|
+
debo engañar a nadie, ni a mí misma? Yo deploro la actitud de toda mi
|
624
|
+
familia. Mi pobre madre, mis tías, mis hermanas, mis cuñados, todos
|
625
|
+
quieren que yo sea feliz, ¡quién no duda! Pero no se es feliz a la
|
626
|
+
manera de los demás, sino a la propia manera. Yo creo en el desinterés
|
627
|
+
de todos y que en realidad se persigue mi dicha exclusivamente, sin
|
628
|
+
preocuparse de que, de soslayo, alcance también a otros. Ahora bien: la
|
629
|
+
casada he de ser yo, y nadie mejor que yo misma puede entender mi dicha.
|
630
|
+
|
631
|
+
Respecto a Carlitos, no puedes imaginarte cuánto siento no poder
|
632
|
+
corresponder a la vehemencia de su pasión, que nada hice--bien lo sabe
|
633
|
+
él--por alentar ni infundir. Es un joven distinguidísimo, bueno, lleno
|
634
|
+
de méritos; y, en virtud de estos mismos merecimientos, no debe ser
|
635
|
+
engañado con una correspondencia fingida de que yo soy incapaz. Se
|
636
|
+
curará de su pasión, me olvidará. Con su apellido, su fortuna, su
|
637
|
+
generoso espíritu y bello carácter, que valen más que apellido y
|
638
|
+
fortuna, encontrará otra más digna que yo de los tesoros de su amor. Yo
|
639
|
+
no puedo ofrecerle más que mi simpatía y mi gratitud por haber
|
640
|
+
descendido a poner su ideal en mi humilde persona.
|
641
|
+
|
642
|
+
Por lo que toca a misia Melchora, me conmueve su generosidad. «Los
|
643
|
+
Chajales» constituyen un verdadero reino; pero yo sería allí una reina
|
644
|
+
intrusa, puesto que no puedo dar, en cambio, mi corazón, que ya no me
|
645
|
+
pertenece. No merece tampoco misia Melchora ser engañada. Yo no puedo
|
646
|
+
entrar en aquella casa, llena de tradición caballeresca, de noble
|
647
|
+
altivez, de epopeya histórica. Me sentiría confundida ante los retratos
|
648
|
+
que sirven de ornamento sagrado a los salones. El virrey, los
|
649
|
+
conquistadores, el obispo de Chuquisaca, el oidor de Charcas, los
|
650
|
+
patricios de la Independencia, el grande de España, todos los Nuezvanas,
|
651
|
+
Ponces y Ebros que honran con sus virtudes las páginas de la historia,
|
652
|
+
cobrarían vida en sus cuadros para mirarme airadamente y decirme: «¡Sal
|
653
|
+
de aquí, falsaria, mentirosa, hipócrita, codiciosa!». Y tendrían razón.
|
654
|
+
Yo andaría por aquellos salones azorada, aturdida, llena de vergüenza. Y
|
655
|
+
las voces seguirían: «has venido aquí por dorar con los nuestros tu
|
656
|
+
apellido oscurísimo; te has casado con Carlitos para apoderarte de «Los
|
657
|
+
Chajales» y de toda la fortuna que nosotros legamos a nuestros
|
658
|
+
descendientes; tú no estás enamorada de Carlitos, sino de sus tesoros:
|
659
|
+
¡eres una pérfida, una ambiciosa vulgar, una mujer despreciable, indigna
|
660
|
+
de llevar nuestro nombre hidalgo y heroico!». ¡Ay, qué miedo, sobre todo
|
661
|
+
cuando me mirara monseñor Nuezvana, el obispo de Chuquisaca, y me
|
662
|
+
amenazara con el infierno, bien merecido por cierto!
|
663
|
+
|
664
|
+
La misma mirada de misia Melchora no podría resistirla cuando
|
665
|
+
escudriñara mis verdaderos sentimientos. ¡No, no!; pobreza, oscuridad,
|
666
|
+
fatiga, todo es preferible a este remordimiento, a verse interrogada por
|
667
|
+
tantos varones ilustres que fueron espejos de santidad y cifra y
|
668
|
+
compendio de todas las virtudes caballerescas.
|
669
|
+
|
670
|
+
Yo espero que misia Melchora, heredera de toda esta tradición, que ella
|
671
|
+
sabe mantener tan dignamente, hallará buenas mis razones y guardará un
|
672
|
+
poco de simpatía para esta pobre muchacha.
|
673
|
+
|
674
|
+
Te abraza con todo su corazón.
|
675
|
+
|
676
|
+
=Inés=
|
677
|
+
|
678
|
+
Indudablemente, esta Inesilla no vive en nuestra época. Y ello nos va a
|
679
|
+
proporcionar a todos bastantes disgustos.
|
680
|
+
|
681
|
+
|
682
|
+
|
683
|
+
|
684
|
+
LA VIUDA DE ESQUILÓN VA A MAR DEL PLATA
|
685
|
+
|
686
|
+
|
687
|
+
Pocas veces sufro de tedio. Mi propia vida interior, cuando la externa
|
688
|
+
no ofrece interés, basta para entretenerme. Sin embargo, sentíme ayer
|
689
|
+
tarde acometida por invencible melancolía. «¿Qué hacer?»--me dije--. Y
|
690
|
+
para combatir la murria, ocurrióseme ir a visitar a mi amiga Margarita,
|
691
|
+
la viuda de Esquilón, en quien la sensibilidad y estado de ánimo
|
692
|
+
constituyen siempre un divertido espectáculo. Pedí el automóvil y partí,
|
693
|
+
rumbo a la Avenida Quintana, donde vive mi amiga en su magnífico
|
694
|
+
palacete.
|
695
|
+
|
696
|
+
Entré de rondón en la casa. Todo estaba en ella revuelto, con ese
|
697
|
+
desorden precursor de una mudanza. Los armarios de par en par, y por
|
698
|
+
todas partes baúles abiertos, grandes y pequeñas cajas, enseres de todo
|
699
|
+
linaje. La servidumbre iba y venía de un lado a otro, trasladando ropas,
|
700
|
+
sombreros y trebejos diversos. Saliendo de una habitación interna,
|
701
|
+
apareció Margarita, envuelta en una ligerísima bata, sofocada, jadeante,
|
702
|
+
encendida. Me tendió sus torneados y blancos brazos.
|
703
|
+
|
704
|
+
--¡Marianela!!!...
|
705
|
+
|
706
|
+
--¿Pero qué barullo es éste? ¿Levantas la casa? ¿Te mudas?
|
707
|
+
|
708
|
+
--Preparándome para Mar del Plata. Hace una semana, hijita, que estoy
|
709
|
+
trabajando como una negra, preparándolo todo, y nunca se acaba. Las
|
710
|
+
modistas se han demorado, y, por fin--¡ay, gracias a Dios!--hoy han
|
711
|
+
traído lo que faltaba.
|
712
|
+
|
713
|
+
--¡Pues no llevas poco equipaje!
|
714
|
+
|
715
|
+
--Catorce baúles y veinte cajas. No se puede meter todo en menos
|
716
|
+
espacio. Vienes admirablemente, Marianela, con una oportunidad que...
|
717
|
+
¡ni que te hubiera llamado, hijita! Porque quiero consultarte, sobre
|
718
|
+
algunos vestidos... y también quiero que veas los sombreros...; a ver
|
719
|
+
qué te parecen...; yo confío mucho en tu gusto...; tienes que ver
|
720
|
+
también cuatro trajes de baño distintos... son preciosos... es decir,
|
721
|
+
veremos lo que te parecen.
|
722
|
+
|
723
|
+
Margarita habla atropelladamente, como si las sensaciones y las «ideas»
|
724
|
+
no dieran lugar, en su afluencia vertiginosa, a la ordenación y
|
725
|
+
concierto de la palabra.
|
726
|
+
|
727
|
+
--Me voy a poner el corsé--dice--para probarme los trajes: yo me los
|
728
|
+
pruebo y tú apruebas o desapruebas. ¿Te parece? ¿Conforme? ¡Dí que sí!
|
729
|
+
|
730
|
+
--Sí, mujer, sí. No me dejas hablar. Tú te lo dices todo.
|
731
|
+
|
732
|
+
--Bueno... voy a ponerme el corsé.
|
733
|
+
|
734
|
+
--¿Quieres que te ayude?
|
735
|
+
|
736
|
+
--Como quieras; pero estoy muy ágil; un poco fatigada no más por los
|
737
|
+
baúles; porque no me fío de las muchachas; a lo mejor, se olvidan de lo
|
738
|
+
más esencial. Y luego le hacen hacer a una el gran papelón.
|
739
|
+
|
740
|
+
La ayudo a ponerse el corsé. No necesita este entallamiento artificial,
|
741
|
+
porque su cuerpo es perfecto, armonioso, de líneas correctísimas, dignas
|
742
|
+
de los cinceles que inmortalizaron el arquetipo de la belleza clásica.
|
743
|
+
|
744
|
+
--¡Estás lindísima, hijita!--exclamo, mientras corro los cordones del
|
745
|
+
corsé.
|
746
|
+
|
747
|
+
--Como si no me hubiera casado--dice ella, resumiendo en esta frase todo
|
748
|
+
cuanto se puede decir de la frescura de su cuerpo.
|
749
|
+
|
750
|
+
Nos vamos a una salita, donde hay un espejo de cuerpo entero. La
|
751
|
+
doncella y las sirvientas comienzan a traer trajes. Los hay de todos
|
752
|
+
colores y formas: blancos, azules, marrones, grises, color de lirio, de
|
753
|
+
violeta, de rosa; están todos los matices de la flora; unos muy
|
754
|
+
escotados, otros poco, otros nada. Cada vez que se pone un traje me
|
755
|
+
señala las medias, los zapatos, los sombreros y las «aigrettes»
|
756
|
+
correspondientes. Los zapatos están en fila sobre un largo estante; más
|
757
|
+
de cuarenta pares; los hay de todos los colores; altos, bajos, ni altos
|
758
|
+
ni bajos. Las medias forman como un iris, con todas sus infinitas
|
759
|
+
combinaciones.
|
760
|
+
|
761
|
+
Todos los trajes le quedan admirablemente. «¡Precioso, hijita,
|
762
|
+
precioso!--exclamo cada vez que se pone uno;--todo cuanto te pones te
|
763
|
+
cae maravillosamente. Eres el prototipo de la elegancia, la cifra,
|
764
|
+
compendio y resumen de la gracia femenil».
|
765
|
+
|
766
|
+
Con presteza y soltura de actriz, la viudita se viste y se desnuda; dáse
|
767
|
+
vueltas en el espejo, torna la cabecita, rubia y rulosa, hacia los
|
768
|
+
hombros, para contemplarse el perfil; se arregla el busto; sus manos
|
769
|
+
vuelan ligeras, raudas, del pelo al talle, del talle a la falda, en
|
770
|
+
toquecitos rápidos, a los cuales obedecen las prendas con no sé qué
|
771
|
+
docilidad animada, como dichosas de servir de ornato a tan retrechera y
|
772
|
+
remonona criatura.
|
773
|
+
|
774
|
+
De pronto se pone un traje negro, severo y elegante a la vez.
|
775
|
+
|
776
|
+
--¿Y éste?--pregunto.
|
777
|
+
|
778
|
+
--Para ir a misa a Stella Maris. ¿Te gusta?
|
779
|
+
|
780
|
+
--¡Lindísimo, muy grave, muy chic!...
|
781
|
+
|
782
|
+
--¡Oh, la gravedad chic es lo más chic de la gravedad! Hay que recordar,
|
783
|
+
de vez en cuando, que una, es viuda.
|
784
|
+
|
785
|
+
En la salita, colgado en alto, hay un retrato al óleo. Es un mozo de
|
786
|
+
rasgos enérgicos, de bigote negro, con cierto aire tribunicio, de
|
787
|
+
«mitinero» electoral, a cuya afición ¡ay! debió su triste fin, ya
|
788
|
+
relatado en otra ocasión. La viuda vuelve hacia él sus grandes ojos
|
789
|
+
azules, de Dolorosa de Rubens, y suspira: «¡Ay, Arturito, qué felices
|
790
|
+
fuimos!...»
|
791
|
+
|
792
|
+
Dos lágrimas resbalan por las mejillas de Margarita. El doctor Esquilón,
|
793
|
+
inmortalizado en el óleo, adquiere en su mirada una ternura
|
794
|
+
indescifrable. La viuda sigue llorando y arreglándose los lazos de un
|
795
|
+
traje color crema que se ha puesto para que yo vea cómo le queda.
|
796
|
+
|
797
|
+
--Ya no tiene remedio, hijita--la digo para consolarla y ahuyentar la
|
798
|
+
triste visión.
|
799
|
+
|
800
|
+
--Era muy bueno, Marianela, muy bueno. ¡Qué energía, qué brío! ¡Yo creo
|
801
|
+
que hubiera ido lejos!...
|
802
|
+
|
803
|
+
--¡Pobre!...; más lejos de lo que se ha ido...; pero es necesario,
|
804
|
+
Margarita, olvidar. No te vas a encerrar, no te vas a recluir.
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805
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+
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806
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+
--Eso digo yo. Tengo 24 años; viuda a los 20: ¡es horrible! ¿Qué te
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807
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parece este traje?...
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+
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--¡Precioso!...
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+
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+
--Viuda a los 20...: ¿qué hago yo en el mundo? He guardado luto riguroso
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812
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cuatro años...; las medias de este traje son aquéllas... y aquéllos los
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813
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+
zapatos...; encerrada a los 24 años; suponiendo que viva 70, son... yo
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814
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+
no sé cuántos...
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+
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+
--Cuarenta y seis.
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+
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+
--Cuarenta y seis de encierro. He llorado estos cuatro años... tú no
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+
sabes cómo he llorado... ¿te gusta aquella «aigrette»?...; ya no me
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820
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+
quedan lágrimas.
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+
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+
--Mucho, me gusta mucho.
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+
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--Nunca tuvimos un disgusto. Era lo más complaciente...; aquel abrigo
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825
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+
¿te gusta?; es una salida de baile que imita al capote del kronprinz en
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+
campaña...; muy bueno era Arturo. No le puedo olvidar, hijita. En balde
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|
+
trato de distraerme... aquel gorrito ¡qué mono! ¿no? es para la
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828
|
+
playa...; le tengo siempre presente, y no creo que pueda volver a querer
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829
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+
a nadie como...
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830
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+
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+
--¿Y estos palitroques?--pregunto, señalando unas varas que veo sobre un
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+
baúl.
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+
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+
--Para el golf. En Mar del Plata hay que ir todos los días al golf. Me
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+
han hecho cuatro trajes para este deporte.
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+
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+
--¿Irás también al Club?
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+
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+
--No; sólo pienso ir al «Ocean»... Y, claro, al Brístol. Ya mi
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+
administrador ha escrito a don Pedro Mugaburu para que me reserve un
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|
+
departamento en el anexo, frente al mar. También me guardan mesa en el
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842
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+
comedor, en el mejor sitio, a la derecha del caminito del centro, que es
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843
|
+
donde se coloca la «haut», toda la gente conocida. Es muy difícil
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+
conseguir este sitio; todos quieren estar allí, aunque no sean
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845
|
+
conocidos...
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+
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+
--Para serlo.
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+
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+
--Claro; así se va sabiendo que existen. Por fin, después de muchas
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850
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+
cartas, don Pedro parece que lo ha arreglado todo; le ha contestado a mi
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851
|
+
administrador que esté tranquila, que tendré la mejor mesa, junto a la
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852
|
+
terraza y al lado del caminito para ver entrar y salir la gente.
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+
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+
--¿Y para que te vean?
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+
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--No, eso no me importa. ¿Quién se va a fijar en mí, en una pobre viuda?
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+
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+
--Vamos... no sea hipócrita conmigo. ¿Piensas bailar?
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+
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+
--Ahí tienes un problema que me está dando muchos dolores de cabeza. No
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861
|
+
sé qué hacer. Lo pienso y lo pienso día y noche y... no sé, no sé si me
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862
|
+
animaré a bailar. A tí ¿qué te parece?
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+
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+
--Que debes bailar; no mucho, pero un poquito.
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865
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+
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+
--Es que si empiezo... no sé si me detendré; porque, hijita, a pesar de
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867
|
+
mis penas y de mis amarguras... es una cosa, Marianela, que bailo sola.
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+
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+
--La juventud, Margarita, los fueros de la Naturaleza que se imponen a
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|
+
toda concepción triste de la vida.
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+
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|
+
--No he querido ir en carnaval por eso, porque no sabía qué hacer.
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+
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874
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+
--El primer baile de una viuda me parece mejor en semana santa; está más
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875
|
+
en carácter. La primera noche un par de vueltas nada más, muy discretas,
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876
|
+
como cediendo a un compromiso muy insistente y muy inevitable. Luego,
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|
+
poco a poco, te vas lanzando.
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+
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+
--Lo que más me preocupa es el primer baile; empezar; no sé cómo
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880
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+
empezar, hijita; siento una cosa... así... vamos... que no sé cómo
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881
|
+
empezar.
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+
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+
--No te preocupes; ya se encargará alguno de allanarte el camino, de
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|
+
iniciar el modo de dar las primeras vueltas.
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+
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+
--¿Sabes lo que estoy pensando? Me gustaría bailar el primer baile
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+
contigo; que fuera como una humorada tuya. Así se rompía el hielo. ¿Por
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888
|
+
qué no vienes a Mar del Plata? Anda, vamos...
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+
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+
--No puedo; estoy metida en un berenjenal, hijita, que no sé cómo voy a
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+
salir.
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+
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+
--¿Por...?
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+
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+
--Por lo de Inesita. ¿Sabes que se casa con Raúl, con mi cuñado?
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+
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|
+
--Sí, ya me lo han dicho, ¡Pobre Carlitos Nuezvana! Creo que está
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898
|
+
desesperado, que ya no se pone agua de lino en la cabeza, ni siquiera se
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899
|
+
peina. ¡A lo que ha venido a parar el rey de los cipreses! ¡Qué
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900
|
+
destronamiento terrible!
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901
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+
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+
--Pues aquí me tienes luchando con todos, con Clotilde, con sus
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903
|
+
hermanas, con misia Melchora...
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904
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+
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|
+
--¡Pobre misia Melchora! Para su orgullo es un golpe terrible. ¡Hijita,
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|
+
los Nuezvanas lo llenan todo en Buenos Aires! Luego, claro, su cariño de
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907
|
+
abuela; verle así, tan desesperado al pobre chico. En fin, para la vieja
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908
|
+
es un golpe tremendo.
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+
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910
|
+
--¿Y qué hacerle?
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911
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+
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|
+
--¡Ah, claro!; no hay qué hacerle. Si Inesita no quiere... no hay qué
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913
|
+
hacer. ¿Y por qué no te llevas a los muchachos, a Raúl e Inesita, a Mar
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914
|
+
del Plata? Invitas también a Clotilde, a la mamá de Inesita, y nos
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915
|
+
juntamos allí todos. La aparición de los muchachos en el Brístol sería
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916
|
+
todo un éxito. ¡Un noviazgo tan sonado...! Entrarían como los Reyes
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917
|
+
Católicos. En los salones del Brístol los noviazgos adquieren una
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918
|
+
solemnidad, una importancia que no tienen en ninguna otra parte.
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919
|
+
¡Figúrate los comentarios, después de lo que ha pasado! En fin... ¡un
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920
|
+
exitazo para Raúl y para Inés! Vamos a Mar del Plata.
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921
|
+
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922
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+
--No sé lo que haré. Quizá en marzo, si logro arreglar las cosas. Ya se
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923
|
+
lo he dicho a Jorge y está conforme.
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|
+
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|
+
--Hijita, tienes un marido ideal.
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|
+
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|
+
--Así es, gracias a Dios. Pero hablemos de tí. Tú llevas algún plan a
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|
+
Mar del Plata.
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929
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+
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|
+
--¡Marianela!... Ninguno, ¡qué cosas tienes!...
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931
|
+
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932
|
+
--No seas gazmoña, Margarita. ¿Qué tiene ello de particular? Es la cosa
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933
|
+
más natural. Eres joven, linda, rica. ¿Vas a vivir sola toda la vida?
|
934
|
+
¿No es justo, no es lógico que formes una familia? Ya sabes que yo soy
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935
|
+
buena amiga, discreta, que si te puedo ayudar en algo...
|
936
|
+
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937
|
+
--¡Ay, Marianela, demonio malo, que me estas sonsacando lo que no quiero
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938
|
+
decir...! ¡No me tires de la lengua, no me tires, no me tires...!
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939
|
+
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940
|
+
--Vamos... no seas tonta. Si quieres que vaya a Mar del Plata y bailemos
|
941
|
+
el primer baile, me tienes que contar... a ver, habla.
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942
|
+
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943
|
+
--Pues, bueno; no hay nada; pero... puede haber. ¡Qué bien me vendría
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944
|
+
que me acompañaras a Mar del Plata!
|
945
|
+
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|
+
--¿Flirteo?... ¿Principio?... Iré si me necesitas.
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|
+
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|
+
--Bueno; entonces te contaré. Aunque ya te puedes imaginar...
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|
+
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950
|
+
--No digas más, Margarita, ¡no digas más!... ¿Ha vuelto? ¡Era de ley!
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951
|
+
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952
|
+
--Ya sabes lo que pasó. Yo vacilé entre Arturo Esquilón y él; al fin me
|
953
|
+
decidí por Esquilón, que ya había terminado la carrera. Y el otro,
|
954
|
+
hijita, se quedó soltero, triste, aplanado; para él no había otra. ¡Me
|
955
|
+
conmueve y arranca lágrimas esta fidelidad!...
|
956
|
+
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957
|
+
--Me lo explico, Margarita. Buen mozo, y tiene porvenir en la política.
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|
+
¡Hijita, te da por los políticos! Creo que habla muy bien.
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959
|
+
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960
|
+
--En público y en privado; y... sobre todo al oído... Da gusto oírle...
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961
|
+
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962
|
+
--¿Qué es?
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|
+
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|
+
--Muy guapo.
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965
|
+
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|
+
--No, mujer, digo en política.
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967
|
+
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968
|
+
--¡Ah!... conservador de la provincia; ugartista, mejor dicho. Hijita,
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969
|
+
los ugartistas no serán muchos, pero todos son lo más vivos, lo más
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970
|
+
inteligentes. Pero no hay nada, te digo que no hay nada todavía...
|
971
|
+
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972
|
+
--¿Está ya él en Mar del Plata?
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973
|
+
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974
|
+
--No; va el sábado.
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|
+
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976
|
+
--No hay nada, y sabes cuándo va...
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977
|
+
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978
|
+
--No me sofoques, Marianela, no me sofoques!...
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979
|
+
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980
|
+
--Y tú ¿cuándo vas?
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981
|
+
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982
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+
--El martes.
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983
|
+
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984
|
+
--¿Y él lo sabe?
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985
|
+
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986
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+
--Sí...
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987
|
+
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988
|
+
--¡Y dices que no hay nada!...
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989
|
+
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990
|
+
--¡Vete, Marianela, vete; te echo, te echo!...
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991
|
+
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992
|
+
Margarita me abraza y me besa en medio de un alborozo en que palpita a
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993
|
+
brincos su joven corazón.
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994
|
+
|
995
|
+
--¿Vendrás, Marianela? Mira que me haces mucha falta...
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996
|
+
|
997
|
+
--Iré. Después de arreglar lo de Inesita, iré a arreglar lo tuyo. Yo me
|
998
|
+
desvivo por estos arreglos, en que se trata de hacer felices a quienes
|
999
|
+
merecen serlo. Van a ser mis dos grandes obras del año. A ese ugartista
|
1000
|
+
lo pescamos, Margarita, ¡lo pescamos en Mar del Plata! ¡Iré, iré, adiós,
|
1001
|
+
adiós...!
|
1002
|
+
|
1003
|
+
rusa, puesto que no puedo dar, en cambio, mi corazón, que ya no me
|
1004
|
+
pertenece. No merece tampoco misia Melchora ser engañada. Yo no puedo
|
1005
|
+
entrar en aquella casa, llena de tradición caballeresca, de noble
|
1006
|
+
altivez, de epopeya histórica. Me sentiría confundida ante los retratos
|
1007
|
+
que sirven de ornamento sagrado a los salones. El virrey, los
|
1008
|
+
conquistadores, el obispo de Chuquisaca, el oidor de Charcas, los
|
1009
|
+
patricios de la Independencia, el grande de España, todos los Nuezvanas,
|
1010
|
+
Ponces y Ebros que honran con sus virtudes las páginas de la historia,
|
1011
|
+
cobrarían vida en sus cuadros para mirarme airadamente y decirme: «¡Sal
|
1012
|
+
de aquí, falsaria, mentirosa, hipócrita, codiciosa!». Y tendrían razón.
|
1013
|
+
Yo andaría por aquellos salones azorada, aturdida, llena de vergüenza. Y
|
1014
|
+
las voces seguirían: «has venido aquí por dorar con los nuestros tu
|
1015
|
+
apellido oscurísimo; te has casado con Carlitos para apoderarte de «Los
|
1016
|
+
Chajales» y de toda la fortuna que nosotros legamos a nuestros
|
1017
|
+
descendientes; tú no estás enamorada de Carlitos, sino de sus tesoros:
|
1018
|
+
¡eres una pérfida, una ambiciosa vulgar, una mujer despreciable, indigna
|
1019
|
+
de llevar nuestro nombre hidalgo y heroico!». ¡Ay, qué miedo, sobre todo
|
1020
|
+
cuando me mirara monseñor Nuezvana, el obispo de Chuquisaca, y me
|
1021
|
+
amenazara con el infierno, bien merecido por cierto!
|
1022
|
+
|
1023
|
+
La misma mirada de misia Melchora no podría resistirla cuando
|
1024
|
+
escudriñara mis verdaderos sentimientos. ¡No, no!; pobreza, oscuridad,
|
1025
|
+
fatiga, todo es preferible a este remordimiento, a verse interrogada por
|
1026
|
+
tantos varones ilustres que fueron espejos de santidad y cifra y
|
1027
|
+
compendio de todas las virtudes caballerescas.
|
1028
|
+
|
1029
|
+
Yo espero que misia Melchora, heredera de toda esta tradición, que ella
|
1030
|
+
sabe mantener tan dignamente, hallará buenas mis razones y guardará un
|
1031
|
+
poco de simpatía para esta pobre muchacha.
|